lunes, 16 de mayo de 2016

¿El caso que inspiró 50 Sombras de Grey?


Un célebre multimillonario seduce a una bella joven y la arrastra al "submundo del sadomasoquismo..." Parece la trama de 50 Sombras de Grey, pero sucedió mucho antes entre escándalo y terminó en tragedia.


La historia empezó en California en 1970 y tuvo todos los ingredientes para atraer la atención de la prensa sensacionalista: belleza, riqueza, sexo, traición, apellidos de la alta sociedad y hasta vínculos con el poder político. El “Grey” de esta historia fue ni más ni menos que Alfred Bloomingdale, heredero de la famosa cadena de tiendas del mismo nombre –que había fundado su abuelo- y creador de Diners Club, la primera tarjeta para compras a crédito.


Hace poco, el canal Investigation Discovery (ID) promocionó una historia que a muchos nos hizo recordar el famoso libros de E. L. James50 Sombras de Grey: “El millonario Alfred Bloomingdale seduce a Vicky Morgan, aspirante a modelo, para introducirla en un submundo sadomasoquista”.

Victoria Lynn Morgan era una de las tantas jóvenes que llegaron a Hollywood con la aspiración de alcanzar la fama mediante su belleza. Nacida en 1952, en Colorado Spring, al llegar a Los Angeles uno de sus primeros trabajos fue como acomodadora en un teatro. Fue allí que su destino se cruzó con el de Alfred Bloomingdale, quien se prendó de ella apenas la vio y decidió -literalmente- comprarla y convertirla en su muñequita de lujo. Era el año 1970 Vicky tenía apenas 18 años y Alfred, 54. Ella aceptó todo lo que él le propuso y se convirtió en su esclava sexual. Él la dominaba, organizaba y solventaba toda su vida.
Se iniciaba así un romance apasionado y sórdido que duraría 12 años y que, a diferencia del estilo porno soft que según los críticos cultiva la autora de las 50 Sombras, tendría mucho sexo fuerte, riesgo, y finalmente, un triste, solitario y trágico final.
En la crítica que el New York Post publicó sobre el episodio de ID dedicado al escandaloso affaire, puede leerse: “Bienvenido al maravilloso mundo de Alfred Bloomingdale, un hombre que murió en el confort de su cama costosa, pero cuya principal amante durante años sería golpeada con un bate de béisbol hasta morir. (…) ‘Placer sádico’ reconstruye y detalla la década y media de la saga de Vicky Morgan, una hermosa y tonta mujer, sin otra ambición que la de tener alguien que pagara todos sus gastos…”


Cuando conoció a Vicky Morgan, Bloomingdale estaba casado y pertenecía a la high society. Su esposa tenía mucha vida social y fama de excelente anfitriona, y ambos eran grandes amigos de la pareja presidencial de entonces: Nancy y Ronald Reagan


Es por esto que en 1983 el brutal asesinato de Victoria Morgan, un año después de la muerte de su millonario amante, no dejaría de tener repercusiones en la Casa Blanca, como se verá más adelante.

Pero volvamos al comienzo. En aquel año, 1970, Vicky, pese a su juventud, también estaba casada. Claro que Bloomingdale no quería compartirla con nadie. O, mejor dicho, sólo quería compartirla con quién él decidiese. El problema se resolvió fácilmente. La propia Victoria contó que, cuando Bloomingdale le propuso convertirse en su amante, ella replicó: “De acuerdo, pero estoy casada”. Alfred le dijo simplemente que averiguara cuánto dinero quería su marido para concederle el divorcio. Y asunto arreglado.


Elizabet Abbott, autora del libro Amantes. Una historia de la otra mujer, dedica varias páginas al caso Vicky Morgan. Un párrafo dice así: “El primer encuentro sexual de Vicky con Bloomingdale la sumergió en un profundo erotismo. No fue solo porque ella era una entre tres mujeres, sino porque él la desnudó, la ató boca abajo en la cama y la azotó. Las otras dos mujeres también fueron fuertemente atadas con cinturones y azotadas con un látigo hasta que les quedaron marcas en la piel. (…) Estas dos prostitutas fueron luego pagadas y despachadas. Pero Bloomingdale quería cerrar un acuerdo más permanente con Vicky (…) Le ofreció seguridad a largo plazo. ‘Podrás tener lo que necesites, cuando lo necesites: así de rico soy’, fue su promesa”.


Ella se divorció y se convirtió en su amante. Él la instaló en un lujoso departamento, le compró joyas y un Mercedes, contrató para ella una cocinera y una mucama, renovó su vestuario y le puso un tutor que pulió su estilo y sus modales, esto para poder alardear de su conquista y presentársela a sus amigos.
El acuerdo de este “Grey” veterano con su joven amante incluía sesiones de sexo grupal tres veces por semana, durante las cuales interactuaban tanto con prostitutas como con socios y amigos de Alfred. Esto último, al parecer, no siempre agradaba a Vicky. Si ella se quejaba, él replicaba: “Es parte del trabajo”. O del contrato.


Para tolerar algunas de las exigencias de Alfred, ella empezó a apelar al valium y al alcohol. Su otra adicción eran las compras. Por eso no fue capaz de ahorrar un centavo de lo mucho que le daba su próspero amante. Su mensualidad ascendía a 18 mil dólares.
A lo largo de esta sórdida relación hubo varias rupturas, algunas provocadas por las sospechas de la esposa de Bloomingdale, que obligaban al magnate a tomar distancia de su muñequita de lujo; otras por la disconformidad de Vicky con su situación. En esas pausas, ella hasta volvió a casarse –siempre brevemente- otras dos veces: primero con el actor John David Carson y luego con un empresario inmobiliario Robert H. Schulman.
Pero Alfred siempre la obligaba a volver. Y siempre se mostraba pródigo con ella: departamento, auto, asistentes, él velaba por todo.
Sin embargo, la seguridad perpetua que le había prometido se vio sacudida cuando Bloomingdale enfermó de cáncer de estómago.


Pronto se desencadenaría el drama. Él murió en una cama de hospital, con todos los cuidados que su fortuna podía pagar; poco después, su bella amante tendría una muerte violenta.
Pero vamos por partes.
Cuando él enfermó, ella se aterrorizó. En junio de 1982, Bloomingdale fue hospitalizado. A partir de ese momento, su esposa Betsy tomó el control de las finanzas y empezó su venganza. Lo primero que hizo fue cancelar los cheques generosos que él enviaba mensualmente a la amante.
Para visitarlo en el hospital, Vicky tuvo que disfrazarse de enfermera. El 8 de julio de 1982, con su amante ya moribundo, asustada ante su incierto futuro, ella demandó a Alfred por 5 millones de dólares, alegando que había sacrificado sus mejores años acompañándolo, a cambio de lo cual él se había comprometido a mantenerla a largo plazo.

FUE ENTONCES QUE VICKY EMPEZÓ A REVELAR LA NATURALEZA SADOMASOQUISTA DEL VÍNCULO QUE LA UNÍA A BLOOMINGDALE

Alfred murió dos meses después, a los 66 años, dejando a su amante desamparada. Entonces Vicky subió el reclamo a 10 millones de dólares. Pero la Corte se pronunció en su contra: el juez consideró que Vicky había sido una amante muy bien paga de Bloomingdale para una relación “explícitamente fundada en un pago como meretriz por un servicio sexual adúltero, inmoral y que rozó lo ilegal”.
Fue en ocasión del juicio que Vicky empezó a revelar la naturaleza sadomasoquista del vínculo que la unía a Bloomingdale. Describió escenas de un Alfred “esclavista” azotando a mujeres desnudas hasta hacerlas gritar, mientras ella, atada, asistía a la escena.
La reputación de Vicky salió más lastimada de ese juicio que la de Bloomingdale, en una sociedad norteamericana de los años 80 que todavía disculpaba mucho más la lujuria masculina que la femenina. Uno de sus abogados diría luego que “ella estaba terriblemente molesta por la forma en que fue retratada en la Corte; era una mujer marcada, una paria”.
Vicky estaba además económicamente quebrada y pensó que escribir sus memorias podía ser un buen negocio. Pero no le fue fácil encontrar redactor ni editorial: meterse con Alfred Bloomingdale era meterse con lo más encumbrado del poder económico y político de los Estados Unidos. Finalmente apareció un valiente: Gordon Basichis, a quien Vicky no sólo hizo su confidente sino también su amante. Pero la relación pronto se deterioró, especialmente porque el hombre no tenía con qué sostenerla materialmente. De todos modos, el libro se publicó: Beautiful bad girl (Hermosa chica mala).



La gastadora compulsiva y poco previsora estaba prácticamente en la calle. No había guardado nada, confiando en la promesa de su rico amante de que nada le faltaría, incluso después de su muerte. Fue entonces cuando, en su desesperación, apeló a quien sería su verdugo, Marvin Pancoast, 33 años, desocupado y con una internación por adicción a las drogas en su haber. De hecho, Vicky lo había conocido en un centro de salud mental del que ella también había sido paciente en desintoxicación. Unieron sus miserables destinos, compartiendo el departamento de ella para ver si a medias llegaban a pagar el alquiler.
Según declararía más tarde el hombre, las tres semanas que convivió con ella fueron “un verdadero infierno”, dado que Vicky lo trataba como si él fuese su esclavo: le exigía que la sirviera, que hiciera las compras y hasta que limpiara el departamento. “Actuaba como si hubiese sido la Reina de Saba”, dijo Paincoast a su abogado.

Es notorio que, con frecuencia, las víctimas de sadismo, de abuso, asumen luego la identidad de su dominador y aplican a otros el mismo tipo de humillaciones y agresiones que padecieron. Victoria Lynn Morgan no fue una excepción.
Al parecer, ella pasó los que serían sus últimos tristes días recordando añorando sus años con Alfred, mientras se hacía masajear los pies por Marvin. 
El 7 de julio de 1983, menos de un año después de la muerte de Alfred, Vicky le encargó a Marvin un enésimo mandado: comprar cigarrillos y chicles. Él aprovechó para buscar un bate de béisbol que tenía en el auto.
Un par de horas después, un Marvin Pancoast aparentemente muy calmo entraba en una comisaría de Los Angeles para confesar que había matado a Vicky Morgan: “Empecé a golpearla. Se incorporó en la cama, pero yo solo seguí golpeándola una y otra vez”.

Un benefactor anónimo pagó el sepelio de quien ya nada tenía.

Pero al día siguiente estalló otro escándalo. Un abogado, Robert Steinberg, dijo estar en posesión de cintas de video potencialmente embarazosas para la Casa Blanca porque mostraban a Vicky con otras tres mujeres teniendo sexo con Bloomingdale, un miembro del Congreso y dos altos funcionarios y varios amigos de Ronald Reagan.
"Supondría un peligro para la seguridad nacional revelar los nombres de los participantes–dijo Steinberg-. En un principio, pensé en destruir los videos, pero creo que es mejor que consulte previamente con el presidente Reagan".
Esta vez, el caso Vicky Morgan fue más allá de la prensa sensacionalista y hasta el New York Times, el Washington Post y Los Angeles Times se ocuparon del tema. El vocero de la Casa Blanca tuvo que salir a decir: "No hemos recibido ninguna información al respecto. Optamos por esperar y ver.
Pero las cintas, si existían, nunca salieron a la luz, y el tiempo fue borrando la memoria de la hermosa chica mala y su sádico amante.


 Para muchos, la muerte de Vicky fue tan cruda, escandalosa y patética como lo había sido su vida. La joven que en sus mejores años brilló como amante de lujo del multimillonario Alfred Bloomingdale acabó en la ruina, desesperada y hundida en el alcohol y los barbitúricos. Todo el dinero y los costosos regalos que él le había dado se habían esfumado hacía tiempo y con apenas 30 años Vicky era una “mujer marcada”, sin bienes ni alternativas de futuro. Y fue precisamente esa desolación la que la empujó hacia su asesino…
Anastasia Steele tuvo un destino diferente al de Morgan, pero es de suponer que en algo fue Morgan quien inspiró su historia.

Basado en un reportaje de infobae.com


No hay comentarios. :

Publicar un comentario