Historia original: Beautiful Disaster (Jamie McGuire)
Adaptación:
Tatiana Alonzo, @tatiana1802 (cuenta en Twitter)
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#19 de Estúpidos y Sensuales en Las Vegas “Fiesta de despedida”
Caminamos en silencio hacia la Suite en la que
duermen Cipriano, Black y Lightwood. Cipriano se detuvo, mirando la puerta
adelante, y aunque él duerme aquí, me da la impresión de que está preocupado.
— ¿Qué va mal, Muchacho?
—Jace me da escalofríos. Cada que estoy a solas con
él empieza a hablar empalagosamente bien de sí mismo.
Lightwood, concuerdo con Maddox en que alguien
debería de bajar a ese Rubio del pony.
—Bueno, entraré contigo. Si él se atreve a volver a
hacerlo lo esposaré y le daré un par de latigazos, ¿De acuerdo?
Patch sonrió y me dio un amable puñetazo en el
hombro. —Gracias, Grey.
No sé por qué razón empezamos a llevarnos bien el
angelito y yo. Quizá porque su chica se apellida “Grey”. Eso aún nos hace reír.
Nos acercamos más a la puerta, y Cipriano tomó una profunda respiración antes
de tocar. Esperamos, pero nadie abrió.
—Supongo que no hay nadie. —dije. Es nuestra última
noche en Las Vegas, lo más seguro es que todos hayan ido por ahí a saturar mis
tarjetas de crédito. Pendejos.
—Lo dudo. —golpeó la puerta de madera con el
costado de su puño y la abrió.
— ¡GRACIAS, GREY! —gritó la multitud desde adentro.
El techo estaba lleno con burbujas rosas y negras,
cada centímetro estaba cubierto con globos de helio, con largas cadenas
plateadas colgadas hasta llegar a las caras de los invitados. La multitud se
separó, y Maddox se acercó a mí con una amplia sonrisa, y tocando cada lado de
mi rostro me dio un cabezazo. Me tambaleé unos segundos, será mejor que se vaya
quitando ese jodida costumbre de saludarme como un salvaje.
—Gracias, Grey. Quise organizarte ésta fiesta para
agradecerte correr con todos los gastos de nuestro viaje.
—Tú me obligaste. —dije. Aún en shock, tratando de
sonreírle a todo el mundo porque tampoco soy un mal educado. Maddox se encogió
de hombros. —Bueno, ya que, la verdad queríamos otro pretexto para celebrar.
—Y la verdad os hará libres. —dije mientras Eaton me
abrazaba.
—Gracias, Grey. —dijo, y me advirtió que más tarde
me lanzaría cuchillos. Supongo que es su forma de agradar a alguien.
Y luego Black me dio un codazo. — ¡Qué bueno que
tuviste que hacer algunas diligencias de negocios hoy, o te hubieras presentado
a la fiesta como un fodongo!
Él tiene razón. A diferencia de ellos, que son unos
vagos, yo aproveché éste viaje para concretar algunos negocios.
—Te ves tan estúpido cada vez que usas traje y
corbata, Grey. —dijo Maddox, escaneando mi vestimenta.
Lightwood también me abrazó. —Espero que sepas que Cipriano
me dijo que tú le das escalofríos. —le conté.
—Me han dicho cosas peores. “Rubio teñido”, por
ejemplo.
Miré a Cipriano y él rió.
Una vez que todos se turnaron para abrazarme,
codearme, darme puñetazos en el hombro y decirme gracias, me incliné hacia el
oído de Cipriano. — ¿Invitaron a Anastasia?
—Llamará más tarde —susurró—. Daemon no pudo avisarle
a tiempo, así que llamará en lugar de viajar.
Black subió el volumen de la música y todo el mundo
grito.
—¡Ven aquí, Grey! —dijo, abriéndonos paso hacia la
cocina. Él alineó varios caballitos en el mostrador y sacó una botella de
tequila del bar—. Estamos muy agradecidos contigo, Sumiso —sonrió, llenando
cada vaso—. De esta manera celebraremos: Estuvimos aquí casi veinte días, y esa
es la cantidad de caballitos de tequila que prepararé para ti. Puedes beber
todo o no terminarlo, pero mientras más bebas, más de estos consigues —dijo,
abanicándose con un puñado de billetes de veinte dólares.
—Soy Millonario, Black. No necesito ese dinero —chillé.
¿20 días en Las Vegas y ya olvidaron quién es el Jefe del Jefe de su Jefe?
—¡GALLINA, GALLINA! —gritó Maddox imitando a una de
esas aves. Santo Infierno, tendré que aceptar la apuesta.
Miré a Black, sospechosamente. — ¿Tendré veinte por
cada caballito que beba?
—Así es, Grey. Y para burlarme de tu arrogancia,
diré que voy a perder sesenta dólares al final de la noche.
—Reconsidéralo otra vez, Alienígena —dije,
agarrando el primer vaso, dejándolo entre mis labios, echando mi cabeza hacia
atrás para vaciar el caballito y luego limpiar mi boca con mi otra mano.
—¡Mierda! —exclamó Maddox. El Cabrón está
sorprendido.
—Esto será realmente un desperdicio, Black —dije,
limpiando las esquinas de mi boca.
La sonrisa de arrogancia en el rostro de Daemon se
desvaneció, negó con su cabeza y se encogió de hombros. —Acaba con esto,
entonces. Tengo la billetera llena con billetes de quienes dicen que no puedes
terminar diez caballitos.
Entrecerré mis ojos. —Doble o nada, yo digo que
puedo beber quince.
— ¡Wau! —gritó Peeta—. ¡No podemos hospitalizarlo un
día antes de irnos de este lugar, Sr. Grey! —El pastelito con relleno cremosito
está indignado, al menos uno de ellos si se preocupa por mí.
—Él puede hacerlo —dijo Cipriano, mirando a Black y
después a Peeta.
—¿Cuarenta dólares por cada trago? —dijo Black,
pareciendo inseguro.
—¿Tienes miedo? —pregunté.
— ¡Diablos, no! Te daré veinte por trago, y cuando
llegues a quince, duplicaré el total.
—Hora de celebrar —dije, tomando otro vaso.
Una hora y tres caballitos más tarde, estaba en medio
de la pista bailando “El Pollito Pío” con Maddox. La canción era pegajosa, y Maddox
cantaba la canción para mí mientras bailábamos: “En la radio hay una gallina… En la radio
hay una gallina… La gallina coo y el pollito pio… el pollito pio, el pollito
pio, el pollito pio, el pollito pio.” Él se inclinó
hacia mí al final del primer coro, y me siguió molestando con eso de ser una
jodida gallina, suspiré intentando contener el enojo.
—Búrlate si quieres, pero te aseguro que terminaré con
todos esos tragos —reí.
—Eso tengo que verlo, Grey.
Negué con la cabeza y continúe bailando: “En la radio hay un pavo, En
la radio hay un pavo… el pavo glugluglu, el gallo corococo, la gallina coo, y
el pollito pio, el pollito pio, el pollito pio, el pollito pio.” Cuando
la música cambió a un ritmo más rápido, el teléfono sonó. —¡Ana! —dije,
corriendo a contestar—. ¡Llamaste! —grité en cuanto acerqué a mi boca el
auricular.
—Lamento llamar tarde, 50 —dijo—. Te extraño.
—Yo también —dije, viendo a Maddox observando por
el rabillo de mi ojo. Él había improvisado otro Karaoke —¿Llevas contigo el
llavero que te regalé?
—Dije que lo haría. Me gustaría que estuvieras aquí…
y bailar.
La imaginé sonreír. —A mí también me gustaría estar
ahí.
—Oh, bueno, ¿Quieres ser testigo de mi bebida
número cinco de Tequila? —Sonreí, y le platiqué lo de la apuesta—. Tendré el
doble si al final de la noche tomó quince.
—Eso es un poco peligroso, ¿no?
Me acerqué más al auricular como si pretendiera
decirle un secreto. —Voy a acabar con ellos.
—Oh —dijo, e imaginé a su Diosa interna frunciendo
el ceño con desaprobación—. Con cuidado, 50.
Me encogí de hombros. —Estaré bien, Nena.
Anastasia no se escuchaba impresionada, aunque sí
muy preocupada. —No puedo hablar contigo durante mucho tiempo, tengo que bañar
a Blip.
Caminé hacia el mostrador, tomé otro vaso y lo
bebí, lo dejé caer fuertemente en el mostrador como lo hice anteriormente con
el cinco. Black me dio otro billete, y baile tontamente por la Suite. Maddox me
empujó por la pista de baile y Lightwood gritó: —¡CON LOS TERRORISTAS! —coloqué
el teléfono un momento en el piso y los tres bailamos el Harlem Shake.
Eaton me dio un golpe en el trasero.
—¡Uno! —Agregó Cipriano dándome un segundo manotazo
en el trasero, y luego todo el mundo en la fiesta se unió, yo esperaba que Ana
aún no hubiera escuchado eso.
En el número veinte, Maddox frotó sus manos. —Mi
turno.
Froté mi trasero adolorido. — ¡Se amable! ¡Me duele
el trasero! —Con una sonrisa malvada, él tomó impulso. Cerré mis ojos con
fuerza. Después de unos momentos, los entre abrí de nuevo. Justo antes de que
su mano hiciera contacto y me diera un menudo golpe que incluso superó a Elena
como mi Dominante en la época que fui su Sumiso.
—¡Veinte! —exclamó el hijo de puta.
Los invitados aplaudieron, y Peeta salió de la
cocina llevando un pastel en sus manos. No era mi cumpleaños, pero la fiesta era en mi honor. Puse
los ojos en blanco cuando hicieron una porra y en la parte de gritar mi nombre
la habitación entera estalló llamándome: “Sumiso”. Maddox, por el contrarío, se
partía de la risa.
Otra lenta canción provino del equipo de música, y cogí
el teléfono para continuar hablando con Ana.
—Lo siento —dije para disculparme por hacerla
esperar.
Apoyé mi espalda contra una pared. —¿Saludas a Blip
por mi?
—Lo haré. —dijo con su dulce voz.
—¿Todo bien?
—Creo que es descortés de tu parte estar hablando
conmigo cuando tienes invitados ahí.
La imaginé hacer un puchero. —Tienes razón. Sólo
quería hablar contigo antes de que terminara la noche.
—Muy pronto estarás acá y podremos hablar el tiempo
que quieras.
—¿Ya te vas?
Ella suspiró. —Ya te dije que tengo que bañar a
Blip.
Apreté mis labios. —Bien. ¿Me llamarás por la
mañana? —le pregunté tiernamente. Maddox estaba cerca, y estoy seguro que me
escuchó decirle eso Ana porque hizo un gesto como si pretendiera vomitar.
—Prometido. —dijo ella y la imaginé poner los ojos
en blanco.
—No ponga los ojos en blanco, Señora Grey. No
olvide que sé cuando lo hace.
Ella rió y me envió un beso antes de colgar. Noté
que Lightwood, Cipriano y Maddox estaban mirándome fijamente.
—¡Mamá ya colgó! —celebró esa Rata de dos patas cuando
alejé de mi odio el auricular del teléfono—. ¡Hora de que la fiesta comience!
Todo el mundo aplaudió, y Maddox tiró de mí al
centro de la pista.
—Un momento… iré por otro trago —dije, obligándonos
a caminar hacia el mostrador.
Bajé de golpe el vaso cuando terminé otro trago, y
reí cuando Peeta tomó uno de los del final, haciendo muecas al bajar el caballito.
Agarré otro, y tragué mientras Maddox regañaba a Mellarksito por beber.
—Pensé que era 7 Up. —se excusó él, ¿7 Up? Cosita
inocente.
—Yo me encargo. —dijo Eaton a Maddox y se llevó a
Peeta con él.
—Siete más, Grey —dijo Daemon, y me entregó dos
billetes de veinte dólares más.
Limpié mi boca mientras Maddox me empujaba a la
pista de baile otra vez. Esta vez bailé el Oppa Gangnam
Style. Y después me subí a una mesa, me saqué el cinturón y canté esa canción
del “Chombo” que dice: “Y si ella se
porta mal, dale con el látigo.” recordando mi mejor época
como amo y Dominante.
Imagino que debí verme muy ridículo
porque me obligaron a bajar de la mesa.
Todos nos reíamos por todo, agitando nuestros
brazos en torno al ritmo de cada canción. Me tambaleé, casi cayendo sobre un
sofá, pero las manos de Maddox estaban instantáneamente en mi espalda para
terminarme de empujar. Pendejo, seguro fue su venganza por lo que le hice
estando él bajo los efectos de la Ciruela de Hada.
—¡No has probado tu punto! —dijo—. Aún te faltan
varios caballitos por beber y no te veo cerca de ellos, Grey.
—Al diablo contigo —dije arrastrando las palabras—.
Tengo seiscientos dólares que me esperan en esos tragos, y tú de todas las
personas no vas a decirme que no soy capaz de hacerlo.
—Entonces mueve ese trasero, Grey.
—Ya lo estoy moviendo —me burlé.
—No lo vas a conseguir —dijo con una expresión
suave… desafiante.
Miré sus cálidos ojos marrones por un momento,
sintiéndome perdido dentro de ellos. La habitación estaba congelada en el
tiempo mientras nos miramos el uno al otro, tan cerca que podía sentir su
respiración en mi piel. Me está retando. El hijo de puta me está retando al
insinuar que no lo puedo hacer.
—¡Más tragos! —grité, tambaleándome hacia el
mostrador.
—Te ves acabado, Grey. Creo que es hora de admitas
que terminó tu noche —dijo Daemon.
—No soy una gallina —dije con autoridad—. Quiero
ver mi dinero.
Black colocó un billete de veinte debajo de los
últimos dos vasos, y luego les gritó a todos. —¡El Sumiso va a beber los
últimos!, ¡Necesito quince!
Todos se quejaron y pusieron los ojos en blanco,
les di unas cuantas nalgadas a los que pude mientras el resto buscaba sus
billeteras para sacar billetes de veinte y colocarlos al lado del último trago.
Maddox había vaciado los cinco tragos más al lado del número quince.
—Nunca hubiera creído que podría perder cincuenta
dólares en una apuesta de quince tragos con Christian Grey —se quejó Eaton.
—Créelo, Eaton —dije, tomando un vaso con una mano.
Bajé el vaso y esperé que el vómito se elevara en
mi garganta para salir.
—¿Sr. Grey? —preguntó Mellarksito, dando un paso en
mi dirección. Se veía preocupado y a la vez un poco mareado. Conejito bebé. Ese
único caballito que se empinó lo desubicó un poco. Aún así le agradezco ser el
único que se preocupa por mí.
Levanté un dedo y Daemon sonrió. —Él va a perder
—dijo.
—No, no lo hará —Patch negó con su cabeza—. Respira
profundo, Grey.
Cerré mis ojos e inhalé, tragando lo último de mi
bebida.
—¡Santo Dios, Grey! ¡Vas a morir envenenado de
alcohol! —gritó el Rubio.
—Él lo tiene —le aseguró Cipriano. Me alegra que ese
jodido Ángel caído crea en mí.
Levanté mi cabeza y permití que el tequila bajara
por mi garganta.
Mis dientes y labios se habían entumecido desde el
trago número ocho, y los efectos en ese trago había hecho que estuviera casi en
el borde.
La fiesta entera estalló en silbidos y gritos
mientras Daemon me daba un fajo de billetes.
—Gracias —dije con orgullo, metiendo el dinero en
mi bolsillo.
—Estás increíblemente ebrio justo ahora —dijo Maddox
en mi oreja mientras caminamos por la Suite.
Todos bailamos
hasta la mañana, y el tequila corrió a través de mis venas hasta que me adentró
en el olvido.
Cuando mis ojos finalmente pudieron despegarse para
abrirse, vi que mi almohada consistía en unos jeans y piernas. Maddox estaba
sentado con su espalda contra la bañera, su cabeza inclinada contra la fría pared.
Él parecía tan incómodo como yo me sentía.
Tiré la manta que tenía sobre mí y
me levanté, jadeando ante mi horroroso reflejo en el espejo sobre el lavabo. Parecía
como muerto, aunque un muerto muy gay, ¿Pasé la noche sobre las piernas de Travis
Maddox? Me cago en Jack Hyde.
Me observé detenidamente: Restos de pastel cerca de
mi boca, lágrimas secas deslizándose por mis mejillas y mi cabello de recién
follado. Mierda. ¿A quién me follé? Miré hacia la bañera, ¿Maddox?, Me re cago
en Jack Hyde una vez más.
No, no puede ser. Intenta recordar, Grey, me
reprendí a mí mismo y observé detenidamente a Mad Dog. Sábanas, toallas y
mantas lo rodeaban. Él había formado una suave cama para dormirme mientras yo
expulsaba el de tequila que había consumido la noche anterior. Maddox me había agarrado
del cabello, y después sostenido mi cabeza cerca del retrete para que no
ensuciara el piso. Después se sentó a mi
lado toda la noche.
Abrí el grifo, colocando mi mano debajo del agua
hasta obtener la temperatura que yo quería.
Limpié el desorden de mi cara, escuché un gemido
desde el suelo. Maddox se removía, frotó sus ojos y se estiró, y luego miró a
su lado, entrando en pánico.
—Estoy aquí —dije—. ¿Por qué no te vas a la cama?
¿Quieres dormir un poco más?
Sentí arder mis mejillas por la vergüenza de estar
ahí a solas con él.
—¿Estás bien, Grey? —dijo él, frotando sus ojos una
vez más.
—Sí, estoy bien. Bueno, tan bien como se podría
estar. Me sentiré mejor una vez que me dé un baño.
Él se levantó. —Superaste mis fiestas locas anoche,
para que lo sepas. No sé de dónde vino esto, pero no quiero que lo hagas otra
vez.
—¿Estás preocupado por mi? —me reí. No puede ser.
Él tomó mi barbilla entre sus manos y limpió una
mancha de pastel debajo de mis ojos con sus pulgares. Mierda. ¿Follamos y ahora
cree que somos pareja?, ¿o por qué hizo eso? —Si te perdemos quién va a
cancelar la enorme cuenta del hotel, Grey. Además, tú me salvaste la otra
noche. Yo simplemente no podía irme de Las Vegas sin estar a mano contigo. —me
dijo con una sonrisa socarrona. Debí imaginarlo.
—Bien, no voy a hacerlo otra vez. ¿Feliz?
—Sí. Sin embargo, tengo algo que decirte, si
prometes no asustarte.
—Oh, Dios, ¿Qué hice?
—Anoche… me pediste sexo.
—¿QUÉEE? —grité. No. No. No. Imposible.
—¡Tu cara, Grey! Dios, debí tomarte una foto. —se
río el infeliz. Era broma. Hijo de puta.
Maddox estaba de pie en la puerta de su Suite,
sonriendo mientras yo me dirigía a la mia.
—Gracias por quedarte conmigo anoche —dije, tras
reconsiderar su gesto—. No tenías por que dormir en el suelo del baño.
—Anoche fue una de las mejores noches de mi vida.
Nunca me había reído tanto.
Me froté los ojos para ver mejor su expresión.
Cuando vi que él hablaba en serio, le disparé una mirada dudosa. — ¿Dormir
entre un retrete y la bañera y en el frío y duro piso con un idiota vomitando
fue una de tus mejores noches? Eso es triste, Maddox.
—No, sentado contigo cuando estabas enfermo, y tú
durmiendo en mi regazo fue una de mis mejores noches. No fue cómodo, no dormí
casi nada, pero estuve con tu “yo borracho”, Grey. Quiero decir, realmente eres
gracioso cuando estás bajo los efectos del alcohol.
—Estoy seguro que entre eructando y vomitando fui
muy encantador.
Él se acercó a mí, y riendo el infeliz. —Eres el
único hombre que conozco que me hace reír con la cabeza dentro del
inodoro. Y eso es mucho decir.
Intenté recordar una vez más la noche anterior.
Triple Mierda. Me mojó la cara con agua del retrete, estoy seguro. Respiré
hondo. Hijo de Elena Robinson.
—Supongo que estamos a mano por lo del ascensor. No
haré que seas mi niñera otra vez.
Se apoyó contra la pared. —Como sea. Nadie puede empinarte
en el retrete como yo. —río otra vez—. Anda, Grey, ve a darte un baño. Yo iré
por el autobús mágico. Llegó la hora de regresar a casa.
Reí, ¿qué más podía hacer? y me fui a mi Suite.
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