Elizabeth Bennet y el Sr. Darcy
Siempre compartimos las mismas frases, pero hay más. ¿Por qué no nos aburre e incluso nos apasiona "Orgullo y Prejuicio"? Esto es lo mejor que nos ofrece la obra más popular de Jane Austen:
El orgullo se identifica más con la opinión
que tenemos de nosotros mismos, y la vanidad con lo que deseamos que los demás
piensen de nosotros.
Si una mujer oculta con tanta habilidad sus sentimientos al destinatario
de su cariño, puede perder la oportunidad de asegurarse su amor.
Muy pocos tenemos suficiente corazón para enamorarnos de verdad sin que
nos den alas.
Pensaba en cosas mucho más agradables. He estado meditando sobre el
enorme placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el rostro de una
mujer bonita.
Las personas cambian tanto que siempre hay
algo nuevo que descubrir en ellas.
—Siempre he considerado la poesía el alimento del amor —dijo Darcy.
—Tal vez de un amor exquisito, sólido, saludable. Cualquier cosa sirve para
alimentar lo que ya tiene fuerza. Pero, si se trata sólo de una leve
inclinación, estoy convencida de que un buen soneto puede acabar con ella.
Cuando apreciamos a alguien, a menudo cedemos gustosamente a sus
peticiones sin necesidad de que nos convenza con argumentos.
¡Reconozco que no hay ningún otro placer como la lectura! ¡No hay nada
que canse menos que un libro!
Casi todos sus actos los dicta el orgullo; y
el orgullo ha sido con frecuencia su mejor amigo.
Quienes jamás cambian
de opinión tienen que estar muy seguros de juzgar correctamente al principio.
Nuestro sufrimiento no es fruto del azar.
Pero eso de que estaba «perdidamente enamorado»
es una expresión tan trillada, tan dudosa, tan ambigua, que apenas si tiene
valor. Se aplica tanto a sentimientos surgidos a la media hora de conocerse
como a un afecto intenso y verdadero.
Hay en mí una obstinación que me impide doblegarme ante la voluntad de
los demás. Mi valor aumenta cuando tratan de intimidarme.
Mi lucha ha sido en
vano. Carece de sentido. No reprimiré por más tiempo mis sentimientos.
Permítame decirle cuán ardientemente la admiro y la amo.
No habría estado más ciega si me hubiese enamorado. Pero la vanidad, no
el amor, ha sido la causa de mi locura.
Como hasta entonces nunca se había creído enamorada, su cariño tenía
toda la fuerza del primer amor, y, a causa de su edad y de su temperamento,
mayor firmeza de la que los primeros amores suelen mostrar.
Anhelaba saber qué estaría pensando, qué opinaría de ella y si, a pesar
de todo, seguiría queriéndola.
Semejante cambio en un hombre tan orgulloso
suscitaba en ella, además de asombro, agradecimiento, pues sólo podía
atribuirse al amor, al amor más apasionado.
El corazón de Elizabeth
le susurraba que lo había hecho por ella.
Mi afecto y mis deseos no han cambiado, pero
una palabra suya me silenciará para siempre.
Piensa sólo en el pasado cuando su recuerdo te
sea placentero.
Quizá no siempre le haya querido tanto como ahora, pero, en casos así,
tener buena memoria es imperdonable. Ésta será la última vez que lo recuerde.
Soy incapaz de precisar
el momento, el lugar, la mirada o las palabras que sentaron los cimientos. Ha
pasado demasiado tiempo. Estaba ya a mitad de camino cuando fui consciente de
haberlo emprendido.
Mi verdadero propósito era verte, y tratar de
averiguar si podía albergar alguna esperanza de que me amaras.
Soy la criatura más feliz del mundo. Tal vez otras personas lo hayan
dicho antes, pero ninguna con tanta justicia.
De algo podemos estar seguros, si después de tantos años esta historia sigue conquistando, lo seguirá haciendo durante muchos años más.
Tatiana M. Alonzo
-Escritora, cantante de regadera y blogera-
ME ENCANTO ºCº gracias por hacerlo....¡¡¡¡ felicidades me gusto tu articulo....
ResponderBorrar-Saludos
Es tan hermoso!
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