Un célebre multimillonario
seduce a una bella joven y la arrastra al "submundo del
sadomasoquismo..." Parece la trama de 50 Sombras de Grey, pero sucedió mucho antes entre escándalo y terminó en tragedia.
La historia empezó en
California en 1970 y tuvo todos los ingredientes para atraer la atención de la
prensa sensacionalista: belleza, riqueza, sexo, traición, apellidos de la alta
sociedad y hasta vínculos con el poder político. El “Grey” de esta historia fue ni más ni menos
que Alfred Bloomingdale, heredero de la famosa cadena de
tiendas del mismo nombre –que había fundado su abuelo- y creador de Diners Club, la primera tarjeta para compras a crédito.
Hace
poco, el canal Investigation Discovery (ID) promocionó una historia que a muchos nos hizo recordar el famoso libros de E. L. James, 50 Sombras de Grey: “El millonario Alfred Bloomingdale seduce a Vicky Morgan,
aspirante a modelo, para introducirla en un submundo sadomasoquista”.
Victoria Lynn Morgan era una de las tantas
jóvenes que llegaron a Hollywood con la aspiración de alcanzar la fama mediante
su belleza. Nacida en 1952, en Colorado Spring, al llegar a Los Angeles uno de
sus primeros trabajos fue como acomodadora en un teatro. Fue allí que su destino se cruzó con el de Alfred
Bloomingdale, quien se prendó de ella apenas la vio y decidió -literalmente-
comprarla y convertirla en su muñequita de lujo. Era el año 1970 Vicky
tenía apenas 18 años y Alfred, 54. Ella aceptó todo lo que él
le propuso y se convirtió en su esclava sexual. Él la dominaba, organizaba y solventaba toda su vida.
Se iniciaba así un romance
apasionado y sórdido que duraría 12 años y que, a diferencia del estilo porno
soft que según los críticos cultiva la autora de las 50 Sombras, tendría mucho sexo fuerte, riesgo, y finalmente, un triste, solitario y
trágico final.
En la crítica que el New
York Post publicó sobre el episodio de ID dedicado al escandaloso affaire,
puede leerse: “Bienvenido al maravilloso mundo de Alfred Bloomingdale, un hombre que murió en el confort de su cama
costosa, pero cuya principal amante durante años sería golpeada con un bate de
béisbol hasta morir. (…) ‘Placer sádico’ reconstruye y
detalla la década y media de la saga de Vicky Morgan, una
hermosa y tonta mujer, sin otra ambición que la de tener alguien que pagara
todos sus gastos…”
Cuando conoció a Vicky
Morgan, Bloomingdale estaba casado y pertenecía a la high society. Su esposa tenía mucha vida social y fama de excelente
anfitriona, y ambos eran grandes amigos de la pareja presidencial de entonces: Nancy y Ronald Reagan.
Es por esto que en 1983 el brutal asesinato de
Victoria Morgan, un año después de la muerte de su millonario amante, no
dejaría de tener repercusiones en la Casa Blanca, como se verá más adelante.
Pero volvamos al comienzo.
En aquel año, 1970, Vicky, pese a su juventud, también estaba casada. Claro
que Bloomingdale no quería compartirla con nadie. O, mejor dicho, sólo quería compartirla con quién él decidiese. El problema se resolvió fácilmente. La propia
Victoria contó que, cuando Bloomingdale le propuso convertirse en su amante,
ella replicó: “De acuerdo, pero estoy casada”. Alfred le dijo simplemente que averiguara
cuánto dinero quería su marido para concederle el divorcio. Y
asunto arreglado.
Elizabet Abbott, autora del
libro Amantes. Una historia de la otra mujer, dedica
varias páginas al caso Vicky Morgan. Un párrafo dice así: “El primer encuentro
sexual de Vicky con Bloomingdale la sumergió en un profundo erotismo. No fue
solo porque ella era una entre tres mujeres, sino porque él la desnudó, la ató
boca abajo en la cama y la azotó. Las otras dos mujeres también fueron
fuertemente atadas con cinturones y azotadas con un látigo hasta que les
quedaron marcas en la piel. (…) Estas dos prostitutas fueron luego pagadas y
despachadas. Pero Bloomingdale quería cerrar un acuerdo más permanente con Vicky (…)
Le ofreció seguridad a largo plazo. ‘Podrás tener lo que necesites, cuando lo
necesites: así de rico soy’, fue su promesa”.
Ella se divorció y se
convirtió en su amante. Él la instaló en un lujoso departamento, le compró
joyas y un Mercedes, contrató para ella una cocinera y una mucama, renovó su
vestuario y le puso un tutor que pulió su estilo y sus modales, esto para poder
alardear de su conquista y presentársela a sus amigos.
El acuerdo de este “Grey” veterano con su joven amante incluía sesiones de
sexo grupal tres veces por semana, durante las cuales interactuaban tanto con prostitutas como
con socios y amigos de Alfred. Esto último, al parecer, no siempre agradaba a
Vicky. Si ella se quejaba, él replicaba: “Es parte del trabajo”. O del contrato.
Para tolerar algunas de las
exigencias de Alfred, ella empezó a apelar al valium y al alcohol. Su otra
adicción eran las compras. Por eso no fue capaz de ahorrar un centavo de lo
mucho que le daba su próspero amante. Su mensualidad ascendía a 18 mil dólares.
A lo largo de esta sórdida
relación hubo varias rupturas, algunas provocadas por las sospechas de la
esposa de Bloomingdale, que obligaban al magnate a tomar distancia de su
muñequita de lujo; otras por la disconformidad de Vicky con su situación. En
esas pausas, ella hasta volvió a casarse –siempre brevemente- otras dos veces:
primero con el actor John David Carson y luego con un empresario
inmobiliario Robert H. Schulman.
Pero Alfred siempre la obligaba a volver. Y siempre se mostraba pródigo con ella:
departamento, auto, asistentes, él velaba por todo.
Sin embargo, la seguridad perpetua que le había prometido se vio sacudida
cuando Bloomingdale enfermó de cáncer de estómago.
Pronto
se desencadenaría el drama. Él murió en una cama de hospital, con todos los
cuidados que su fortuna podía pagar; poco después, su bella amante tendría una
muerte violenta.
Pero
vamos por partes.
Cuando
él enfermó, ella se aterrorizó. En junio de 1982, Bloomingdale fue
hospitalizado. A partir de ese momento, su esposa Betsy tomó el control de las
finanzas y empezó su venganza. Lo primero que hizo fue cancelar los cheques generosos que él enviaba mensualmente a la amante.
Para
visitarlo en el hospital, Vicky tuvo que disfrazarse de enfermera. El 8 de
julio de 1982, con su amante ya moribundo, asustada ante su incierto futuro,
ella demandó a Alfred por 5 millones de dólares, alegando que había sacrificado
sus mejores años acompañándolo, a cambio de lo cual él se había comprometido a
mantenerla a largo plazo.
FUE
ENTONCES QUE VICKY EMPEZÓ A REVELAR LA NATURALEZA SADOMASOQUISTA DEL VÍNCULO
QUE LA UNÍA A BLOOMINGDALE
Alfred murió dos meses
después, a los 66 años, dejando a su amante desamparada. Entonces Vicky subió
el reclamo a 10 millones de dólares. Pero la Corte se pronunció en su contra:
el juez consideró que Vicky había sido una amante muy bien paga de Bloomingdale para una
relación “explícitamente fundada en un pago como meretriz por un servicio
sexual adúltero, inmoral y que rozó lo ilegal”.
Fue en ocasión del
juicio que Vicky empezó a revelar la naturaleza sadomasoquista del vínculo que
la unía a Bloomingdale. Describió escenas de un Alfred
“esclavista” azotando a mujeres desnudas hasta hacerlas gritar, mientras ella,
atada, asistía a la escena.
La
reputación de Vicky salió más lastimada de ese juicio que la de Bloomingdale,
en una sociedad norteamericana de los años 80 que todavía disculpaba mucho más
la lujuria masculina que la femenina. Uno de sus abogados diría luego que “ella estaba terriblemente molesta por la forma en que fue
retratada en la Corte; era una mujer marcada, una paria”.
Vicky
estaba además económicamente quebrada y pensó que escribir sus memorias podía
ser un buen negocio. Pero no le fue fácil encontrar redactor ni editorial: meterse con Alfred Bloomingdale era meterse con lo más encumbrado
del poder económico y político de los Estados Unidos.
Finalmente apareció un valiente: Gordon Basichis, a quien Vicky no sólo hizo su confidente sino también su amante.
Pero la relación pronto se deterioró, especialmente porque el hombre no tenía
con qué sostenerla materialmente. De todos modos, el libro se publicó: Beautiful
bad girl (Hermosa chica mala).
La gastadora
compulsiva y poco previsora estaba prácticamente en la calle. No había guardado
nada, confiando en la promesa de su rico amante de que nada le faltaría,
incluso después de su muerte. Fue entonces cuando, en su desesperación, apeló a quien sería su verdugo, Marvin Pancoast, 33
años, desocupado y con una internación por adicción a las drogas en su haber.
De hecho, Vicky lo había conocido en un centro de salud mental del que ella
también había sido paciente en desintoxicación. Unieron
sus miserables destinos, compartiendo el departamento de ella para ver si a
medias llegaban a pagar el alquiler.
Según
declararía más tarde el hombre, las tres semanas que convivió con ella fueron
“un verdadero infierno”, dado que Vicky lo trataba como si él fuese su esclavo: le exigía que la sirviera, que hiciera las compras y hasta que
limpiara el departamento. “Actuaba como si hubiese sido la Reina de Saba”, dijo
Paincoast a su abogado.
Es notorio que,
con frecuencia, las víctimas de sadismo, de abuso, asumen
luego la identidad de su dominador y aplican a otros el mismo tipo de
humillaciones y agresiones que padecieron. Victoria Lynn Morgan
no fue una excepción.
Al parecer, ella
pasó los que serían sus últimos tristes días recordando añorando sus años con
Alfred, mientras se hacía masajear los pies por Marvin.
El 7 de julio de 1983, menos de un año después de la
muerte de Alfred, Vicky le encargó a Marvin un enésimo mandado: comprar
cigarrillos y chicles. Él aprovechó para buscar un
bate de béisbol que tenía en el auto.
Un
par de horas después, un Marvin Pancoast aparentemente muy calmo entraba en una
comisaría de Los Angeles para confesar que había matado a Vicky Morgan: “Empecé a golpearla. Se incorporó en la cama, pero yo solo seguí
golpeándola una y otra vez”.
Un benefactor anónimo pagó el sepelio de quien ya
nada tenía.
Pero
al día siguiente estalló otro escándalo. Un abogado, Robert Steinberg, dijo estar en
posesión de cintas de video potencialmente embarazosas para la Casa Blanca porque mostraban a Vicky con otras tres mujeres teniendo sexo con
Bloomingdale, un miembro del Congreso y dos altos funcionarios y varios amigos
de Ronald Reagan.
"Supondría
un peligro para la seguridad nacional revelar los nombres de los participantes–dijo Steinberg-. En un
principio, pensé en destruir los videos, pero creo que es mejor que consulte
previamente con el presidente Reagan".
Esta
vez, el caso Vicky Morgan fue más allá de la prensa sensacionalista y hasta el New York Times, el Washington Post y Los Angeles Times se ocuparon del tema. El vocero de la Casa Blanca tuvo que salir a decir: "No hemos
recibido ninguna información al respecto. Optamos por esperar y ver.
Pero
las cintas, si existían, nunca salieron a la luz, y el tiempo fue borrando la
memoria de la hermosa chica mala y su sádico amante.
Para muchos, la muerte de
Vicky fue tan cruda, escandalosa y patética como lo había sido su vida. La
joven que en sus mejores años brilló como amante de lujo del multimillonario
Alfred Bloomingdale acabó en la ruina, desesperada y hundida en el alcohol y
los barbitúricos. Todo el dinero y los costosos regalos que él le había dado se
habían esfumado hacía tiempo y con apenas 30 años Vicky era una “mujer marcada”, sin bienes ni
alternativas de futuro. Y fue precisamente esa desolación la que la empujó
hacia su asesino…
Anastasia Steele tuvo un destino diferente al de Morgan, pero es de suponer que en algo fue Morgan quien inspiró su historia.
Basado en un reportaje de infobae.com
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